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Aval y agentes del afianzamiento

Antes de seguir, definamos lo que es un aval, para alinearnos con el resto del contenido del post.

Según el Banco de España, «El aval es una forma de garantizar o asegurar el cumplimiento de obligaciones económicas. Quien avala (el avalista) se declara dispuesto a hacer frente a los compromisos del avalado (normalmente, el pago de una determinada cantidad de dinero)  frente a una tercera persona o empresa (el beneficiario del aval) en caso de que el avalado no lo haga.»

En nuestro caso, los diferentes agentes que participarían serían los siguientes:

  • el avalado sería la Startup.
  • el beneficiario del aval sería la entidad que concede la ayuda (préstamo o subvención).
  • el avalista sería quien garantice el cumplimiento de las obligaciones, generalmente una entidad financiera, una sociedad de garantía recíproca (SGR) o una persona física o jurídica.

Generalmente, la obligación económica se materializará en dos situaciones:

  • En una ayuda en forma de préstamo, la obligación consiste en la devolución del principal y el pago de intereses.
  • En el caso de una subvención, la obligación puede surgir cuando solicitamos el pago anticipado, algo más que obvio «si la ayuda pretende ayudar».

Riesgos del avalista y contragarantía

El avalista, por tanto, estará asumiendo los riesgos derivados (todos o parte) de la obligación económica garantizada. En el caso de una Startup, podemos aceptar que el riesgo asociado al incumplimiento de dichas obligaciones es muy elevado, tanto más cuanto más lejos esté la compañía de obtener tracción solvente.

Por tanto, si uno de estos avalistas tiene que asegurar al beneficiario el cumplimiento de las obligaciones será razonable que quiera cubrir el riesgo de que el avalado incumpla. No podemos pretender que un avalista cubra las consecuencias de los posibles errores de ejecución del proyecto avalado y que la Startup «salga de rositas» en todo esto. Por tanto, será altamente probable que cuando acudamos a una entidad financiera o a una SGR a pedir un aval para garantizar las obligaciones económicas, el avalista nos pida contragarantías.

Mediante un contra aval o contragarantía, el avalista podrá reclamar el pago de la suma que haya tenido que pagar por el incumplimiento del avalado.

¿En qué se puede materializar una contragarantía? Básicamente en otros activos que den seguridad al avalista de que si la Startup incumple, al menos se quedará con algo, como ejemplo, los siguientes activos:

  • Contragarantía real, por ejemplo, un activo inmobiliario. Sobra decir que no estamos en el mejor momento como para que se acepten este tipo de contragarantías tan alegremente como antes de la crisis, pero todo dependerá de la «calidad» del activo.
  • Aval de los socios. En este caso, los socios tendrán que aportar una relación de su patrimonio para que el avalista se quede tranquilo de que la solvencia financiera de los socios avalistas son suficientes. En general, esta situación hace más bien poca gracia a los socios inversores. Cabe preguntarse si los socios fundadores tendrán dicha solvencia financiera. No es muy habitual entre los emprendedores, especialmente con más de un 50% de paro juvenil, con más de un 25% de desempleo general y con alrededor de 7 años de crisis económica.
  • Y la más divertida y más común, la contragarantía monetaria. Sí, es lo que parece. El avalista nos pedirá que inmovilicemos una determinada cantidad de dinero en un depósito, y que dicho depósito quede pignorado en garantía de la potencial ejecución del aval.

Paremos un momento a pensar, en el caso de una contragarantía monetaria:

  • La Startup S pide un préstamo de 500 a un organismo O.
  • O concede el préstamo y pide a S que avale la operación al 100%, es decir, que avale 500 mediante aval bancario (aval concedido por un banco).
  • S acude a un banco B a pedir el aval bancario.
  • B pide a S un depósito de 500 para contragarantizar el aval (vaya lío…).
  • S deposita 500 en B, B concede el aval de 500 a S, con O como beneficiario, y O concede el préstamo de 500 a S.

¿Cuánta ayuda ha concedido O? 500, a un tipo de interés determinado.

¿Cuánto dinero nuevo tiene B en su balance? 500, con un ingreso neto positivo, diferencia entre el coste del aval y el interés del depósito.

¿Cuánto dinero disponible y utilizable tiene S en sus cuentas? CERO, aunque cuenta con un magnífico depósito de 500 del que podrá disponer cuando acabe de pagar el préstamo concedido por B.

¿Cuánta ayuda habrá recibido S de O? CERO.

Pero miremos al «beneficiario»

Pero no nos quedemos en el avalista. Su política de riesgo es la que es. Son entidades privadas y debemos asumir que las reglas del juego son las que son. Personalmente, creo que hay un nicho de negocio en avalar a Startups en este tipo de ayudas, siempre filtrando adecuadamente las Startups avaladas por criterios adicionales a la mera solvencia (su negocio, su equipo, la oportunidad, etc.). Seguramente a un coste mayor que el que grava los avales «normales» o de empresas consolidadas, porque el riesgo es mayor. No obstante, no es más que una opinión personal, seguramente poco imparcial.

Dicho esto, retomo la mirada al beneficiario, al organismo, al que concede las ayudas: Ayuntamientos, CDTI, instituciones de fomento de la innovación y el emprendimiento, etc. Estamos hablando de instituciones públicas que son instrumentos de política económica al servicio de instancias de gobierno más altas. Estas políticas consisten en el fomento del emprendimiento, mejora del empleo, incentivo a la innovación, cambio de modelo productivo, y un montón de etcéteras de los que la prensa de los últimos años está repleta, junto a muchas fotos.

En este punto me pide el cuerpo un poquito de demagogia, disculpadme, espero no repetir. La demagogia es muy rebatible, pero permite llevar al extremo algunos ejemplos para contraponerlos a otras situaciones no tratadas de la misma forma, como es el caso.

Seré breve.

Me pregunto… ¿cuántas políticas económicas y sociales ejecutadas antes y durante la crisis exigen un aval a los beneficiarios, más allá de los impuestos que éstos están pagando? ¿Cuantas infraestructuras ruinosas existen, que en su día crearon empleo puntualmente y ahora solo son monstruosos agujeros de despilfarro en mantenimiento, sin negocio alguno detrás? No voy a entrar en el siguiente nivel de demagogia, que sería la malversación de fondos públicos, lo dejo a voluntad de cada lector.

Un poco más de perspectiva, por favor

Todas las Startups nacen con una intención clara, que consiste en crear riqueza. En el cumplimiento de dichos objetivos, si todo sale bien, se crearán  empleos, se pagarán más impuestos (incluso en casos en los que ni siquiera se ha producido el hecho impositivo para tributar, como en el #ExitTax), y en algunas situaciones se generará hasta un impacto social claro en la comunidad que complementa o incluso suple determinadas políticas sociales que no se ejecutan por falta de fondos o falta de otras cosas.

Algunas administraciones hasta apuestan por el emprendimiento como la fórmula maravillosa para reflotar el empleo de este país y salir de la crisis. Creo que es un error, pero al menos pediría un poco de coherencia a quienes lo manifiestan.

Por tanto, señores/as instituciones y señores/as que las dirigen, faciliten que las ayudas que como setas se lanzan al mercado para financiar el emprendimiento, efectivamente sean ayudas y efectivamente hagan llegar crédito a las Startups, en lugar de ser pies de foto:

  1. Refuercen los equipos que analizan las operaciones.
  2. Tengan un plan estratégico de desarrollo de emprendimiento, de sectores estratégicos, de tipos de emprendedor, de empleo a crear, …
  3. Soliciten la intervención de agentes vinculados al ecosistema emprendedor más próximo para el análisis y conclusión sobre las operaciones, evitando cualquier conflicto de interés.
  4. Profundicen en cómo se desarrolla una Startup.
  5. Agilicen las resoluciones, para que las Startups sepan si cuentan o no con la financiación entregada.
  6. Aniquilen cualquier ayuda que esté vinculada a incurrir previamente en los propios costes a cuya financiación se destina la ayuda. Eso no es una ayuda.
  7. Confíen (más ciegamente que en la actualidad) en las entidades privadas que invierten en Startups y que están asumiendo ya un nivel de riesgo determinado en sus inversiones (business angels, aceleradoras e incubadoras solventes, etc.).
  8. Reduzcan la cantidad de aval por debajo del 50%.
  9. Asuman al menos el mismo riesgo que han asumido en la ejecución de otras políticas económicas o sociales.
  10. Reúnanse con todas las Startups en quienes consideren interesante confiar. Estudien y conozcan profundamente a los equipos.
  11. Exijan más a los emprendedores, como hace un inversor privado, como hace el mismo emprendedor. Las ayudas deben tener una contraprestación no solo monetaria. Conviértanse en socios, no en meros financiadores.
  12. Entreguen la financiación por hitos vinculados a objetivos pactados con cada Startup.
  13. Pidan a los emprendedores que devuelvan parte de la financiación si la Startup tiene un default. Ese endeudamiento es de los menos malos y se le puede poner límites. 

En fin, seguramente se nos ocurrirán más opiniones y medidas, encantado de que las podáis compartir.

VEP